La frase cayó como un balde de agua fría.
Unas 150 personas estaban reunidas, y muchas voltearon al escucharla.
La mujer respiró hondo, tragó su dolor y respondió con la serenidad que siempre la caracterizaba:
“Está bien, hija. No te preocupes.”
Y sin hacer escándalo ni reclamar derechos, simplemente se marchó.
El Regreso a Casa y la Decisión Silenciosa
Cuando llegó a su hogar, lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y sentarse con calma. No lloró. No gritó. Solo reflexionó.
Después tomó su teléfono y marcó el número de su contador.
