Una de las explicaciones sugiere que cuando el cuerpo se relaja de forma muy rápida al quedarse dormido, el cerebro puede “interpretar” esa relajación repentina como una pérdida de control o de soporte corporal. Como respuesta, desencadena una contracción muscular, que se manifiesta como la sensación de caída.
Otra hipótesis toma como referencia nuestros antepasados: cuando dormían en condiciones inestables o vulnerables (por ejemplo en árboles o rocas), un reflejo para protegerse de una caída real podría haber quedado en nuestro sistema nervioso como un vestigio.
Es importante destacar que este fenómeno ocurre principalmente al inicio del sueño, no durante las fases más profundas. Esto fortalece la idea de que está ligado a la transición entre vigilia y sueño.
Factores que pueden aumentar la frecuencia de estos sobresaltos
Si bien los espasmos hipnagógicos pueden aparecer aislados y sin motivo aparente, diversos factores pueden incrementar su aparición:
Fatiga extrema: cuando el cuerpo está muy cansado, el proceso de “apagar” el sistema se da más abruptamente, y el cerebro puede reaccionar con mayor intensidad.
Estimulantes: la cafeína y la nicotina activan el sistema nervioso, dificultando el tránsito natural hacia el sueño.
Estrés y ansiedad: una mente agitada combinada con un cuerpo que quiere relajarse crea el escenario propicio para estos sobresaltos.
Medicamentos estimulantes: algunos fármacos para condiciones como el TDAH pueden elevar la probabilidad de estas sacudidas.
Ritmo de sueño irregular: dormir y despertar en horarios muy variables afecta los ciclos del sueño y puede favorecer estos episodios.
