Imagina que te despiertas con la garganta que parece lija, la nariz tapada y esos tos que no te deja en paz. Vas al médico, te recetan antibióticos, pero al tercer día ya sientes el estómago revuelto y la flora intestinal hecha pedazos. Y lo peor: muchas bacterias ya ni les hacen caso a los medicamentos de siempre. ¿Te suena familiar? Millones de personas en México y Latinoamérica viven esto cada temporada de frío o cada vez que cae una infección estomacal por comer en la calle. Pero hay algo en tu cocina que lleva siglos ayudando a nuestras abuelas y que la ciencia actual está redescubriendo con sorpresa. Quédate hasta el final porque te voy a revelar la forma más efectiva (y segura) de usar sin que te arda el estómago.
¿Por qué el ajo es mucho más que un simple sabor en los frijoles?
Desde los tiempos de los aztecas hasta los egipcios que construyeron las pirámides, el ajo ha sido considerado medicina. El secreto está en la alicina, un compuesto que se libera cuando machacas o picas el diente crudo. Estudios publicados en revistas como Journal of Antimicrobian Chemotherapy y Phytotherapy Research han demostrado que esta sustancia tiene actividad antibacteriana de amplio espectro.
Pero ojo: no es magia, es química natural poderosa.
