Evite comerla en ayunas: el estómago vacío acentúa el efecto de “pico exprés”.
Combínela con una fuente de proteínas o grasas buenas: un yogur natural, unas almendras, una cucharada de requesón.
Modere la ingesta: de 100 a 150 g es más que suficiente para refrescarse sin excederse.
Elija la sandía al final de la comida, no como un tentempié aislado.
Alterne con frutas de bajo IG: kiwi, manzana, frambuesa, naranja… para variar los placeres con suavidad.
Qué recordar.
La sandía no es algo que se pueda prohibir, ¡ni mucho menos! Pero merece ser disfrutada con moderación y con atención, especialmente si estás controlando tu nivel de azúcar en sangre o experimentas un bajón de energía después de comer. Porque sí, una fruta puede ser hidratante y, al mismo tiempo, causar un efecto montaña rusa en tu cuerpo.
Refrescante, sabrosa… pero para disfrutarla con inteligencia: la sandía es un placer veraniego que hay que consumir con moderación, no en modo buffet libre.
