Las necesidades no desaparecen, se apaciguan… en la superficie
La necesidad de cercanía, ternura o afecto no desaparece. Simplemente se vuelve más discreta. Podemos enterrarla, olvidarla por un tiempo, pero a menudo acaba resurgiendo en forma de frustración, melancolía o anhelo de algo más.
Menos complicidad, más estrés
Esta profunda conexión humana libera hormonas en nuestro cuerpo que nos tranquilizan, reconfortan y crean una sensación de seguridad. Cuando falta, nuestro cuerpo puede entrar en un estado de tensión con mayor frecuencia: sueño intranquilo, nerviosismo, irritabilidad… todas señales que no debemos ignorar.
Otras áreas están tomando el control… pero no completamente
Algunas mujeres llenan este vacío con una carrera estimulante, proyectos personales o amistades sólidas. ¡Y eso es maravilloso! Pero incluso con una vida plena, puede persistir una carencia que nada más puede compensar: la falta de una conexión íntima y sincera con alguien.
Una soledad que erosiona la autoestima

Sin atención ni afecto, es fácil empezar a dudar de uno mismo. “¿Todavía merezco ser amado? ¿Sigo siendo deseable?”. Estos pensamientos, a veces insidiosos, pueden socavar la confianza en uno mismo si no se reconocen.
Nos adaptamos…pero ¿a qué precio?
Los seres humanos somos resilientes. Sí, una mujer puede adaptarse a vivir sin una conexión emocional intensa. Pero esta adaptación también puede ir acompañada de cierto desapego emocional. Como si aprendiéramos a dejar de esperar para dejar de sufrir. Un modo de “supervivencia” del que no siempre es fácil salir.
