Esa noche, acostado a su lado, lo comprendí: el amor no se mide por la impecabilidad, sino por la compasión.
Ella tenía todo el derecho a irse, pero en lugar de eso, eligió perdonar.
En ese momento, me prometí que me convertiría en el tipo de esposo que realmente merecía su resiliencia. La vida a veces ofrece segundas oportunidades, pero solo cuando maduramos lo suficiente como para ganárnoslas.
