Entré en pánico cuando abrí la puerta de la habitación de mi hija adolescente. Lo que descubrí allí realmente me sorprendió.

Pero lo que aprendí ese día es que la confianza es una semilla que se planta muy temprano y que crece mucho mejor cuando se nutre con amabilidad y escucha.

Así que ahora, cuando los oigo reír detrás de la puerta, sonrío. Porque en el fondo sé que mi hija no solo ha crecido: se está convirtiendo en una buena persona.

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