Durante años había creído que su cuerpo era defectuoso, incapaz de la función más básica y sagrada de la feminidad. Ahora, sintiendo las primeras pataditas suaves contra sus costillas, entendía que había estado esperando no solo al hombre correcto, sino al amor correcto. El embarazo progresó con una facilidad que sorprendió a todos.
Paloma, que había temido complicaciones debido a su edad y historial médico, floreció bajo el cuidado combinado de Itzel y Aana. Las hierbas apaches fortalecieron su cuerpo, mientras el amor incondicional de su nueva familia nutrió su espíritu. Cuando llegó el momento del parto, durante una tormenta de primavera que parecía anunciar renacimiento, Paloma dio a luz a un niño sano, cuyo primer llanto resonó por todo el valle como una proclamación de victoria.
Aana lloró abiertamente cuando sostuvo a su hijo por primera vez, viendo en esos pequeños rasgos una mezcla perfecta de ambos mundos. “Se llamará Izan”, declaró usando un nombre apache que significaba guerrero fuerte. “Llevará la medicina de su madre y la fuerza de su padre.” Pero los milagros no habían terminado. 18 meses después, Paloma dio a luz a gemelos, una niña a la que llamaron aana en honor a su padre y otro niño que recibió el nombre de Estley.
La tribu completa celebró estos nacimientos como signos de abundancia y bendición divina. El cuarto hijo llegó cuando Paloma tenía 33 años, 5 años después de haber sido declarada estéril para siempre. Naolin, cuyo nombre significaba Dios del sol, completó una familia que desafiaba todas las predicciones médicas y sociales de su época.
” Cuando se marcharon dejando amenazas flotando en el aire como humo tóxico, Paloma y Aana se quedaron solos con la realización de que su tiempo se estaba agotando. El amor que habían encontrado era demasiado poderoso para permanecer oculto, pero también demasiado peligroso para ser tolerado por una sociedad que veía cualquier desafío a sus normas como una amenaza que debía ser eliminada. Esa noche, mientras se abrazaban bajo las estrellas que habían sido testigos silenciosas de su amor floresciente, ambos sabían que pronto tendrían que tomar una decisión que cambiaría sus vidas para siempre, someterse a las
expectativas de un mundo que los rechazaba o luchar por un amor que prometía libertad, pero al costo de todo lo que habían conocido. La decisión de huir había llegado como un susurro en la madrugada cuando las amenazas de Fernando se volvieron demasiado reales para ignorar. Aana conocía rutas secretas a través de las montañas, senderos que su pueblo había usado durante generaciones para moverse sin ser detectados.
Con solo lo esencial empacado en alforjas de cuero, paloma y aana desaparecieron antes del amanecer, dejando atrás una vida de limitaciones para adentrarse en territorio desconocido, donde el amor podría florecer sin juicio. El viaje de tres días a través del desierto fue una prueba de resistencia y fe. Paloma, acostumbrada a la vida sedentaria del pueblo, luchó contra el cansancio y la sed, pero la fuerza de Aana y su conocimiento del terreno los mantuvieron seguros.
Cada noche él la envolvía en su manta y le contaba historias de su tribu mientras las estrellas pintaban mapas de esperanza en el cielo infinito. La reserva Apache se extendía en un valle protegido, donde las montañas formaban un círculo natural de defensa. Cuando llegaron, polvorientos y exhaustos, fueron recibidos con curiosidad cautelosa por los miembros de la tribu de Ayana.
