¿Y qué pasa con la moral en todo esto?

Aquí es donde la cosa se pone interesante. La intimidad física influye directamente en la producción de hormonas que generan bienestar, como la oxitocina y la dopamina . Durante periodos prolongados de abstinencia, algunas personas pueden sentirse más tensas, menos seguras de sí mismas o incluso algo nerviosas. Pero, de nuevo, ¡ no hay de qué preocuparse ! Existen muchas maneras de mejorar el estado de ánimo: ejercicio suave, paseos por la naturaleza, yoga, meditación, risas compartidas, abrazos no románticos… La clave está en sentirse bien de otras maneras.
¿Y dentro de la pareja?

A veces, la ausencia de contacto físico genera distanciamiento emocional. Pero esto no es inevitable. Al contrario, puede convertirse en una oportunidad para reconectar de otra manera: para hablar, redescubrirse y reavivar la intimidad. La intimidad no se limita a lo físico. También abarca todo lo que compartimos en los gestos cotidianos, los actos de bondad y las miradas.
