Ella no acudió al médico, incluso cuando este síntoma de la enfermedad estaba acompañado de fatiga constante, estreñimiento crónico y sudores nocturnos intensos.
“Empecé a sentirme cansada todo el día, todos los días, pero creía que era solo una madre ocupada. Tenía deposiciones irregulares, pero creía que era síndrome del intestino irritable. Tenía sudores nocturnos, pero creía que era por el calor del verano”, cuenta.
La mujer australiana solo buscó atención médica cuando el dolor se volvió insoportable y ya no podía aliviarse con analgésicos. Tras un examen exhaustivo, se evidenció que padecía cáncer de intestino en su cuarta etapa final, con metástasis en otros órganos internos.
Me sometí a una serie de pruebas. Fue entonces cuando supe que era algo grave. Más tarde esa noche, me despertó un médico cuyas palabras jamás olvidaré: «Crystal, tengo malas noticias… Tienes cáncer».
El peso de esas palabras, acompañado de mi pregunta: «¿Cómo lo sabes?» y la respuesta del médico: «Está en todas partes», me conmovió profundamente.
