—Siempre quise ser madre. Y ahora por fin tengo una oportunidad.
Nueve meses pasaron para ella como un solo instante. Todos los días hablaba con su hijo nonato, le acariciaba la barriga, imaginaba cómo lo sostendría en brazos.
Y entonces llegó el día del parto. Entró en la habitación del hospital, con las manos apoyadas en su vientre redondeado, y le sonrió al médico.
— Doctor, creo que ha llegado mi hora…
El joven médico la miró con más atención y frunció el ceño. Le pidió que se acostara, la examinó y, de repente, palideció. Llamó a un colega, luego a otro. Susurraron junto a la cama, intercambiaron miradas y, finalmente, uno de ellos dijo:
— Señora… Lo siento, pero… ¿en qué estaba pensando su médico? Continúa en el primer comentario
