Todos lo hemos visto en alguna parte: un puño cerrado, con el pulgar debajo de los dedos índice y medio. Un gesto diminuto, casi infantil… pero cargado de un simbolismo sorprendentemente rico. Algo olvidado hoy, este gesto ha trascendido épocas, regiones e incluso familias. A veces expresaba “no”, a veces “cuídate”, a veces “es broma”. Entonces, ¿cómo un simple pulgar doblado conseguía contar tantas historias? Eso es lo que vamos a descubrir juntos.
Un “no” cortés pero firme de otra época

En muchos pueblos franceses del siglo XIX, se usaba discretamente para desviar una petición, calmar una insistencia o expresar desacuerdo sin levantar la voz. Imaginen a un vecino demasiado curioso o a un vendedor insistente: un simple gesto desde detrás de la ventana bastaba para decirlo todo. Sin arrebatos, sin conflicto… solo un gesto sutil e irónico.
