¿Es algo que deba preocuparme?
En la gran mayoría de los casos, no. Sentir que te estás “cayendo” al dormir o experimentar una contracción muscular súbita aislada no indica un problema grave.
Sin embargo, conviene estar atento si este fenómeno se vuelve muy frecuente, o se acompaña de otros síntomas como:
Temblor persistente durante el día.
Dolores musculares que no tienen otra explicación aparente.
Dificultad constante para conciliar o mantener el sueño.
Despertares abruptos recurrentes.
En esos casos, sí es recomendable consultar a un médico o un especialista en sueño, porque aunque los espasmos aislados suelen ser benignos, podrían estar relacionados con mioclonías u otros trastornos neurológicos en contextos más complejos.
¿Qué se puede hacer para reducir su frecuencia?
La buena noticia es que con algunos cambios de hábito puedes disminuir considerablemente la aparición de estos sobresaltos al dormir. Estas son algunas recomendaciones prácticas:
Evita la cafeína y la nicotina durante las seis horas previas a dormir.
Apaga las pantallas (teléfono, tablet, TV) al menos 30 minutos antes de acostarte, ya que la luz azul inhibe la producción de melatonina, la hormona del sueño.
Crea un ritual de relajación: un baño tibio, lectura ligera, meditación o respiraciones pausadas ayudan al cuerpo a entrar gradualmente en el estado de descanso.
Establece horarios fijos para dormir y despertarte. Un ritmo regular fortalece el ciclo natural del sueño.
Practica técnicas de respiración consciente o yoga suave antes de acostarte. Estas actividades ayudan a calmar la mente y facilitar que el cuerpo “baje revoluciones”.
