Deseos que ya no se cruzan
Uno sueña con proyectos, descubrimientos y aventuras. El otro anhela la tranquilidad, la comodidad de lo familiar. Estas diferencias de deseos, sutiles al principio, se convierten en silenciosas desavenencias. Cuando ya no hay un futuro compartido, ni un sueño común, incluso el amor acaba asfixiándose .
Perderse a uno mismo por intentar con tanto esfuerzo aferrarse
La coach estadounidense Mitzi Bockmann explica que estas mujeres no se van “en contra” de sus maridos, sino “por” sí mismas. Dieron, esperaron y albergaron esperanzas. Querían creer que, adaptándose un poco más, las cosas cambiarían. Pero al descuidarse, se perdieron.
Partir, en estos casos, no es un fracaso.
Es un acto de lucidez. Un gesto de amor propio, a menudo cultivado durante años. Es decir: «Todavía quiero sentirme vivo, existir, respirar».
¿Y si al final no se tratara de huir, sino de seguir adelante?
Porque a los 40 años, elegir la paz interior es quizás la forma más bella de fidelidad a uno mismo.
