Coloqué el teléfono sobre la mesa, entre nosotros. Me temblaba la mano.
—Ábrelo —dije simplemente.
El cuerpo de Chad quedó completamente inmóvil.
El color se le fue del rostro tan rápido que me dio náuseas. Sintió un nudo en la garganta al tragar, y su mirada iba del teléfono a mi cara. El dolor brilló en sus ojos, pero no la culpa. Algo más pesado.

Un hombre de pie frente a una mesa de cocina | Fuente: Midjourney
Algo que me revolvió el estómago.
Él lo sabía.
Y esta confirmación se sintió como un disparo en el pecho.
—No es lo que piensas, Helena —dijo.
« Desbloquéalo ahora y yo decidiré », dije.

Una mujer sentada a una mesa | Fuente: Midjourney
Sus dedos se tensaron. Su mandíbula se bloqueó.
Y esa pequeña pausa rompió algo dentro de mí.
Porque Chad tenía que pensarlo. Tenía que decidir.
Lentamente, exhaló y presionó su pulgar contra la pantalla.

Un hombre sosteniendo su teléfono | Fuente: Midjourney
El teléfono se desbloqueó. Le arrebaté el teléfono de las manos, con la vista nublada mientras leía los mensajes.
—Helena —comenzó a decir, pero lo interrumpí antes de que pudiera decir nada más.
—No, cállate —dije.
Los mensajes no eran largos.
Gracias por el pastel, era mi favorito.
Las flores eran preciosas. Eres muy amable conmigo.
¡Tengo muchísimas ganas de verte esta noche! ¡Te quiero!

Un teléfono que permite enviar mensajes de texto | Fuente: Midjourney
Sentí un nudo en el estómago, esta vez con más fuerza.
—¿Quién es ella, Chad? —pregunté.
Chad exhaló bruscamente, hundiendo las manos en su cabello. Su expresión era indescifrable. Pero bajo el cansancio y la tensión, no había culpa.
—Esa es mi madre, Helena —dijo.
Y mi mundo entero cambió.

Primer plano de una mujer | Fuente: Midjourney
No. Eso no era una excusa . Esa no era la mentira que se suponía que debía decir.
“¡Dios mío, es verdad!”, dije.
—Helena, por favor, escúchame. Por una vez, escúchame y háblame como si fuera una adulta y no una niña —suplicaban sus ojos.
No dije nada. Simplemente esperé.

Un hombre de pie en una cocina | Fuente: Midjourney
“Para empezar, el teléfono no es un móvil secreto. Mi móvil habitual se me cayó del traje de protección durante un incendio la semana pasada. La pantalla se rompió. Tuve que comprar otro, pero aún no he terminado de transferir todo. Las fotos de los niños siguen en el viejo. Iba a revisarlas este fin de semana.”
Me debilité. Solo un poco. Vale, eso explica lo del teléfono.
—¿Y los mensajes? —pregunté—. ¿Quién es ella?
« Ya sabes que me crié en hogares de acogida », dijo sencillamente.

Pantalla de celular rota | Fuente: Midjourney
El cambio de tema me dejó sin palabras.
—Sabes que nunca conocí a mis padres —continuó con voz ronca—. Ya te lo dije.
Es cierto. Fue algo de lo que hablamos en sus primeros años, cómo iba de casa en casa, cómo no tenía ningún recuerdo de su madre salvo vagos detalles.
« Me abandonó cuando tenía cuatro años », dijo. « Apenas la recuerdo. Solo destellos. El olor de su perfume en el viento. El sonido de su risa. Pero hace tres meses, me encontró. Mi madre me encontró. »

Un niño pequeño sonriente | Fuente: Midjourney
Me aferré al borde de la mesa.
—¿Cómo te encontró? —pregunté—. Necesito más información. Necesito entender esto, Chad.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Ese estúpido artículo —dijo—. El artículo sobre los bomberos. El de cuando salvé al gato del árbol y me llamaron « el encantador de gatos » porque todo el mundo me llama para que salve animales —rió con amargura.

