Sentí que el suelo se había desvanecido bajo mis pies.
No tenía ahorros; cuidar de mi madre era mi vida. Sin embargo, con solo unas pocas firmas, mi propio hermano me desahució.
Una semana después, estaba en el porche, con la maleta a mis pies, viéndolo cambiar las cerraduras.
Fue entonces cuando noté algo: un ladrillo suelto cerca de los escalones.
Mamá escondía pequeñas cosas allí. Pequeñas, pero significativas.
Artyom me dedicó una última sonrisa burlona antes de cerrar la puerta.
