Con el corazón latiendo con fuerza, fui allí. La llave encajaba perfectamente en la cerradura. Abrí el pesado… Puerta metálica. La luz del sol se filtraba por las rendijas, iluminando innumerables partículas de polvo que danzaban en el aire.
Al principio, era solo un revoltijo: muebles viejos, cajas etiquetadas como “Adornos navideños”, álbumes de fotos. Pero en un rincón, un baúl de madera me llamó la atención. Su superficie brillaba como si lo hubieran tocado muchas veces.
Me arrodillé y levanté la tapa.
Dentro había un fajo de documentos atados con una cinta y una pequeña caja envuelta en papel floreado descolorido. Examiné los papeles y me quedé asombrado.
Escrituras de propiedad.
No uno, sino tres apartamentos en el centro de la ciudad. Totalmente pagados.
Apenas podía creer lo que veía. ¿Mamá? ¿Guardaba todo esto en secreto?
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