“La casa ahora es mía”, anunció, alineando los documentos notariados.
— Mamá cambió el testamento.
Parpadeo. Releo estas páginas con un nudo en la garganta. — ¿Qué? —pregunto.
—Hace un año —dice, como si le hablara a un niño—, ella pensó que yo sería mejor cuidando la casa.
¿Acaso sabe lo que significa “mejor cuidando”?
Construí esta casa sobre mis hombros. Entre las sábanas arrugadas por el dolor maternal, entre las horas vacías en las que me aferraba a mi cansancio como a un salvavidas. La amaba, esta casa, cada pared, cada grieta. La amaba como se aprecia el calor cuando se tiene frío.
—Casi nunca estabas —murmura Artiem, en un susurro implacable.
Se encoge de hombros, como si todo fuera sencillo, como si ya lo hubieran dicho todo—. Eso es lo que ella quería…
Leer más en la página siguiente
