Historia de la madre

Y ahí está, con el chasquido de un bolígrafo, la tierra se derrumba bajo mis pies.

Me quedo sola, sin ahorros, sin apoyo. Cuidar de mamá se había convertido en el sentido de mi vida. Y ahora, con una sola línea en su testamento, Artiem me priva de todo.

Una semana después, estoy afuera, frente a la puerta que conozco tan bien, con mi maleta, mis recuerdos y mi ropa doblada, la embajada de mi vida pasada. Artiem cambia las cerraduras. Lo miro por última vez, con una sonrisa amarga. Vuelve a entrar, la puerta se cierra de golpe tras él.

Tiemblo. Entonces veo una piedra, ligeramente desplazada, en los escalones. Mamá… siempre escondía pequeñas cosas. Llaves, recuerdos, susurros que me decía.

Me arrodillo y levanto la piedra. Mi corazón late más rápido. Allí, frente a mí, apenas visible, hay una pequeña libreta de cuero, atada con un cordón. La abro con delicadeza. En la primera página, con letra temblorosa, la de mamá: “Para ti, siempre…”

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