La llamaron estéril, la humillaron en público y la rechazó hasta su propia familia. Pero cuando un guerrero apache llegó herido a su pueblo, nadie imaginó que él despertaría la vida que todos creían muerta en su vientre….

Las curanderas preparan medicinas especiales y la mujer pasa tres noches en ayuno y oración pidiendo que su fertilidad regrese. Pero la parte más importante sucede cuando encuentra al hombre cuyo espíritu puede despertar el suyo. Paloma se acurrucó más cerca de él, sintiendo el calor de su cuerpo como una promesa de vida nueva.

¿Crees que funcionaría para alguien como yo? Para una mujer mexicana. El amor y la medicina no conocen fronteras”, respondió él besando la corona de su cabeza. La madre tierra no ve diferencia entre una mujer apache y una mexicana cuando ambas necesitan sanación. Pero su felicidad secreta no podía permanecer oculta para siempre. Los rumores comenzaron como susurros apenas audibles en el mercado.

Miradas sospechosas cuando salían juntos para buscar hierbas medicinales. Comentarios velados sobre cuánto tiempo pasaban a solas. La transformación física de Paloma era imposible de ignorar. Su piel brillaba con nueva vitalidad. Sus ojos habían recuperado una luz que había estado ausente durante años y caminaba con una gracia que hablaba de una mujer que había redescubierto su propia belleza.

Esa paloma herrera se ve diferente últimamente”, comentaba doña Beatriz en la panadería con el tono venenoso de alguien que disfruta sembrar discordia. “Una mujer estéril no debería brillar así, a menos que esté pasando algo indecente en esa casa.” Los comentarios llegaron a oídos de don Fernando, quien no había perdido completamente su sentido de posesión sobre la mujer que una vez había sido su esposa.

Su orgullo masculino se sintió amenazado por la idea de que Paloma pudiera estar encontrando felicidad con otro hombre, especialmente un salvaje apache. Una tarde de diciembre, cuando el aire frío anunciaba la llegada del invierno, Fernando apareció en la puerta de paloma acompañado por dos hombres del pueblo. Su rostro mostraba una furia apenas contenida que hizo que el estómago de ella se encogiera de miedo.

Paloma dijo con voz peligrosamente controlada. Hemos venido a verificar que estés cumpliendo apropiadamente con tus responsabilidades hacia el prisionero. Han llegado a nuestros oídos rumores preocupantes. Aana apareció desde la parte trasera de la casa llevando un fardo de leña. Su presencia inmediatamente tensó la atmósfera, como dos depredadores evaluándose mutuamente.

Aunque las cadenas habían sido removidas semanas atrás como recompensa por su buen comportamiento, era obvio que seguía siendo visto como una amenaza. ¿Qué clase de rumores? Preguntó Paloma, levantando la barbilla con una valentía que no sentía completamente.

Rumores de que has olvidado cuál es tu lugar, replicó Fernando mirando significativamente hacia Ayana. Rumores de que estás permitiendo que este salvaje te corrompa en lugar de civilizarlo tú a él. La palabra salvaje resonó en el aire como una bofetada. Paloma sintió una furia tan intensa que la sorprendió con su ferocidad. Durante años había aceptado los insultos dirigidos hacia ella, pero escuchar a Fernando hablar de Aana con tanto desprecio, despertó una fiereza protectora que no sabía que poseía.