Ayana no es un salvaje”, declaró con voz clara y firme. “Es un hombre de honor, inteligencia y sabiduría que vale más que todos los hombres civilizados de este pueblo juntos.” El silencio que siguió fue tan profundo que se podía escuchar el viento susurrando entre los árboles. Fernando la miró como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar, mientras los otros hombres intercambiaban miradas de shock y disgusto. “Has perdido completamente la razón. murmuró Fernando.
Pero había algo más que sorpresa en su voz. Había miedo. Miedo de una mujer que ya no se inclinaba ante su autoridad, que había encontrado algo que la hacía más fuerte que todas sus amenazas. He encontrado la razón por primera vez en mi vida”, replicó Paloma acercándose instintivamente hacia Ayana.
He encontrado a alguien que me ve como una mujer completa, no como una posesión defectuosa. La confrontación podría haber escalado a algo peor, pero Aana intervino con la sabiduría de alguien que había navegado situaciones peligrosas toda su vida. “Señores, dijo con voz calmada pero firme, no hay nada inapropiado aquí.
Paloma me ha enseñado las costumbres mexicanas y yo le he enseñado algunas de las medicinas de mi pueblo. Si eso los ofende, pueden llevarme de vuelta a la prisión. Pero no permitiré que hablen mal de una mujer que ha mostrado más honor y compasión que cualquier otro mexicano que haya conocido. Sus palabras, dichas con tal dignidad y convicción, parecieron desarmar momentáneamente a los visitantes. Fernando miró entre Paloma y Aana.
sus ojos entrecerrándose como si estuviera calculando su próximo movimiento. “Esto no ha terminado”, declaró finalmente, gesticulando a los otros hombres para que lo siguieran. “El pueblo no tolerará que una de nuestras mujeres se rebaje a tal punto. Habrá consecuencias.
” Cuando se marcharon dejando amenazas flotando en el aire como humo tóxico, Paloma y Aana se quedaron solos con la realización de que su tiempo se estaba agotando. El amor que habían encontrado era demasiado poderoso para permanecer oculto, pero también demasiado peligroso para ser tolerado por una sociedad que veía cualquier desafío a sus normas como una amenaza que debía ser eliminada. Esa noche, mientras se abrazaban bajo las estrellas que habían sido testigos silenciosas de su amor floresciente, ambos sabían que pronto tendrían que tomar una decisión que cambiaría sus vidas para siempre, someterse a las
expectativas de un mundo que los rechazaba o luchar por un amor que prometía libertad, pero al costo de todo lo que habían conocido. La decisión de huir había llegado como un susurro en la madrugada cuando las amenazas de Fernando se volvieron demasiado reales para ignorar. Aana conocía rutas secretas a través de las montañas, senderos que su pueblo había usado durante generaciones para moverse sin ser detectados.
Con solo lo esencial empacado en alforjas de cuero, paloma y aana desaparecieron antes del amanecer, dejando atrás una vida de limitaciones para adentrarse en territorio desconocido, donde el amor podría florecer sin juicio. El viaje de tres días a través del desierto fue una prueba de resistencia y fe. Paloma, acostumbrada a la vida sedentaria del pueblo, luchó contra el cansancio y la sed, pero la fuerza de Aana y su conocimiento del terreno los mantuvieron seguros.
