La Sinhá Tuvo Trillizos y Mandó a la Esclava Desaparecer con el que Nació Más Oscuro

El rostro de Tertuliano se iluminó de orgullo. “¡Tres herederos!”, rio, golpeándose el pecho. Pero al abrir la puerta del cuarto, vio solo dos bebés.

Amelia estaba acostada, pálida, sosteniendo a dos niños de piel clara y rosada. Vio entrar a su marido y su corazón casi se detuvo. Necesitaba actuar rápido.

“Tertuliano”, susurró con voz débil, sus ojos llenándose de lágrimas ensayadas. “Fueron tres, sí, pero uno, el más débil, no resistió. Nació respirando mal, morado. Doña Sebastiana intentó todo. Dios lo quiso de vuelta”.

El coronel se detuvo. La sonrisa desapareció. “¿Murió?”, repitió.

Amelia asintió, las lágrimas ahora reales por el miedo. “Doña Sebastiana ya llevó el cuerpo. Dijo que era mejor enterrar pronto”.

Tertuliano permaneció en silencio. “Dios da, Dios quita”, murmuró, haciendo la señal de la cruz. Forzó una sonrisa y sujetó a los dos niños vivos. “Entonces que sea. Estos dos serán fuertes. ¡Benedito y Bernardino! Mis herederos”.

La mentira funcionó. El bebé de piel oscura abandonado era oficialmente inexistente.

Los días siguientes fueron de aparente normalidad, pero Benedita no podía vivir con la culpa. Tres noches después del parto, no aguantó más. Corrió en la oscuridad hasta la chavola, esperando encontrar un bebé muerto. Al llegar, escuchó un llanto débil.

El bebé vivía.

 

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