En 1980, Anna, de siete años, se fue de casa tras una discusión con su madre. Allí conoció a Klaus Grabowski, de treinta y cinco años, un exdelincuente sexual con antecedentes por abuso de menores. Grabowski mantuvo a la niña en su apartamento durante varias horas antes de estrangularla y esconder su cuerpo en una bolsa de plástico. El crimen provocó indignación en todo el país.
El juicio que se convierte en tragedia
Dos años después, el caso llegó a juicio. En la sala del tribunal, Marianne Bachmeier, la madre de Anna, escuchó los detalles del crimen. Abrumada por el dolor, sacó repentinamente una pistola y disparó siete veces. Seis de los disparos alcanzaron a Grabowski, quien murió instantáneamente ante la mirada de los jueces, abogados y periodistas presentes.
El caos se desató de inmediato en la sala. La madre no intentó escapar. Se dejó arrestar, inmóvil, con la mirada perdida. Los medios alemanes la apodaron de inmediato la “madre vengativa”.
Una Alemania dividida
Desde el principio, el país estuvo dividido. Para algunos, Marianne personificaba el dolor de una madre privada de justicia que buscaba vengar a su hija. Para otros, abrió la peligrosa puerta a la justicia por mano propia. El debate se convirtió en un asunto nacional.
En 1983, tras dos años de juicio, se dictó el veredicto. Marianne fue declarada culpable de homicidio involuntario y posesión ilegal de arma de fuego. Fue condenada a seis años de prisión, pero solo cumplió tres antes de ser puesta en libertad.
