Preparando el terreno para lo que viene

Una forma amable de afrontarlo es empezar con los objetos menos cargados emocionalmente. Con el tiempo, puedes optar por conservar uno o dos recuerdos importantes —una fotografía, una joya, una carta— y deshacerte del resto. Donar estos objetos a una organización benéfica o a alguien necesitado también puede dar un nuevo significado a este desapego.
El peso emocional oculto en cada cajón.
Aunque creas haber superado el pasado, cada objeto que conservas actúa como una punzada sutil. Abrir un armario, encontrar una camisa olvidada, puede desencadenar una oleada de emociones. Esto mantiene una fragilidad emocional persistente , a menudo invisible pero muy real.
No se trata de borrar recuerdos, sino de brindarles un espacio de paz en nuestra mente, sin permitir que los objetos se conviertan en una prisión. En definitiva, ¿acaso el verdadero homenaje no reside más en lo que guardamos en nuestro interior que en lo que encontramos en una estantería?
