En ambos casos, el corazón se ve obligado a trabajar más, no por el esfuerzo, sino para sobrevivir. He visto pacientes desplomarse durante caminatas en clima cálido o sufrir dificultad para respirar tras solo unos minutos en el aire frío.
4. Saltos, movimientos rápidos y cambios repentinos de dirección
Los saltos de tijera, subir escaleras rápidamente, los burpees o las clases intensas de aeróbic pueden parecer inofensivos, incluso revitalizantes. Pero después de los 60, estos mismos movimientos pueden dañar silenciosamente un cuerpo que ya no tolera el impacto, la velocidad o los cambios bruscos tan bien como antes.
Con la edad, nuestro sistema nervioso reacciona con mayor lentitud, nuestro equilibrio se vuelve menos fiable y nuestras arterias se endurecen. Los cambios bruscos de movimiento suponen un esfuerzo considerable para el sistema cardiovascular: la presión arterial puede fluctuar, el corazón puede latir de forma irregular y el suministro de oxígeno puede ser insuficiente.
5. Hacer ejercicio demasiado tarde por la noche: cuando las buenas intenciones interrumpen la profunda sanación del corazón
Hacer ejercicio por la noche puede parecer una buena idea, pero para las personas mayores de 60 años, lo que parece conveniente a veces puede comprometer uno de los procesos más vitales que necesita el cuerpo: el sueño reparador.
