Calentá una taza de leche (de vaca, avena o almendras).
Agregá una cucharadita de miel pura.
Si te gusta, sumá un toque de canela o unas flores de manzanilla.
Revolvé bien y bebelo lentamente unos 20 minutos antes de dormir.
El secreto está en tomarlo con calma, sin pantallas y con luz tenue, para que el cuerpo asocie el momento con el descanso.
